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Betsabé

Por: Pamela L. Mcquade

Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa, por lo que David mandó que averiguaran quién era, y le informaron: «Se trata de Betsabé, que es hija de Elián y esposa de Urías el hitita». 2 Samuel 11:2-3
Betsabé debió de haber sido un verdadero bombón; un rey fue incapaz de resistirse cuando la miró desde la azotea de su palacio. David envió mensajeros para que le llevasen a la esposa del hitita, y entonces David se acostó con ella.

La escritura nunca parece preguntarse cómo se sintió Betsabé al respecto. ¿Se sintió ofendida al ser reclutada a la fuerza por un rey, o se sintió halagada de que el rey se hubiera fijado en ella? Cualquiera que fuese su respuesta, ella no tuvo ni voz ni voto en su situación.
Entonces, para horror de ella, Betsabé descubrió que estaba embarazada. En la ley judía, el castigo del adulterio era la muerte tanto para el hombre como para la mujer. El temor debió de haberse apoderado del corazón de esta belleza. Aun si ella pensaba en hacer creer que el hijo era de su esposo, Urías había estado lejos en la guerra, y sin duda sabría que el niño no era de él. Así que se lo dijo a David, y al rey se le ocurrió una solución. Llamó a Urías a regresar a Jerusalén, suponiendo que Betsabé lo seduciría para tener un interludio romántico, y el problema quedaría resuelto.
Pero el rey, que había caído en este pecado cuando debería haber estado en el campo de batalla, no contó con la rectitud de aquel extranjero que se había tomado a pecho la fe judía. Acudiendo ante el rey como se le había ordenado, Urías se negó hasta a cruzar por la puerta de su propia casa. Cuando otros estaban acampados, listos para la guerra, él no se acostaría con su esposa en Jerusalén. David le hizo emborracharse, pero aun así él no fue a su casa. Sin ver otra alternativa, y quizá sintiendo cada vez más culpabilidad por sus propios pecados, el rey cambió de planes, ordenando que Urías fuese situado en la primera línea de batalla y dejado sin defensa. El plan funcionó: Urías murió.

Betsabé perdió a su esposo con la connivencia de su amante. Quizá ella inicialmente sintiese alivio al salir de una situación muy difícil; pero si su esposo la trataba con ternura, como da a entender la acusación de Natán a David en 2 Samuel 12:3, ella debió al menos de haber sentido cierto conflicto emocional.
Cuando el breve periodo de luto de Betsabé terminó, David la convirtió en su esposa. Unos meses después, ella le dio un hijo. Aunque la Biblia nunca culpa a Betsabé del pecado entre ella misma y el rey, sí compartió la tristeza de él cuando dios castigó a David llevándose la vida de su hijo. Pero Dios pronto la bendijo con otro hijo, Salomón, que fue amado por Dios y llegaría a ser uno de los más grandes reyes de Israel. Ella también tuvo otros tres hijos (ver
1 crónicas 3:5).
Años después, Betsabé defendió el derecho de su hijo a convertirse en rey de Israel, cuando su hermano mayor Adonías quiso usurpar el trono al anciano David (ver
1 Reyes 1:5-21). a petición de ella, David mantuvo su promesa de hacer rey a Salomón (ver versículo 29).

Aun así, Betsabé debió de haber sido más bondadosa que políticamente astuta, porque cuando Adonías pidió casarse con Abisag, que había sido quien cuidaba a David en su vejez, Betsabé defendió su caso ante Salomón. Salomón amaba profundamente a su madre, si es que el gran respeto con el que la trataba es señal de ello (ver 1 Reyes 2:19). Pero él vio inmediatamente que su hermano de nuevo estaba amenazando su trono, denegó la misión de ella, e hizo matar a su hermano.
La historia de Betsabé es la de una segunda oportunidad. Su vida fue puesta boca abajo por el deseo de un rey, y ella fue seducida a cometer pecado con él. Pero ella no se quedó ahí. Dios le dio otra oportunidad como esposa de David, y el resto del relato bíblico la muestra como una buena madre y esposa. Nadie la acusó de ningún otro pecado, y ella vivió sin tacha.
Cuando Dios nos da segundas oportunidades, podemos seguir los pasos de Betsabé. Mientras estemos vivas, estamos en una misión para Él. ¿Haremos que la nuestra sea tan exitosa como la de ella? Recuerda esto: Betsabé es una de sólo cuatro mujeres mencionadas en el linaje de Jesús (ver
Mateo 1:6).

Esta es una colaboración del ministerio de mujeres «Arraigadas En Su Verdad». 


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