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Las mujeres de la Biblia

Vida y Época 

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LIDIA 

LA MUJER QUE ERA DILIGENTE EN SUS NEGOCIOS

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Referencias bíblicas: Hechos 16:12-15, 40; Filipenses 1:1-10

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Significado del nombre: El nombre de Lidia, que era de Asia Menor, se deriva del país fronterizo con Tiatira, su ciudad natal. Originalmente no era un nombre griego, sino probablemente un nombre fenicio muy común que significa «curvatura». 


Nexos familiares: Las Escrituras no nos suministran ninguna información concerniente a los antecedentes de Lidia, aparte del hecho de que vivía en Tiatira, que era una de las colonias macedonias. De acuerdo a los nombres descubiertos en monumentos, es evidente que la ciudad estaba formada de una mezcla de muchas naciones y que el principal objeto de adoración era Apolo, al que se le adoraba como el dios del sol bajo el nombre de Tirino. También había en la ciudad un fuerte grupo de judíos que mantenían la fe en Jehová. Lidia, una de las mujeres prominentes de Tiatira, se nos presenta de varias maneras:


Como una mujer de negocios

Tiatira era conocida por sus muchos gremios unidos por objetivos y ritos religiosos comunes. Uno de ellos era el de los tintoreros. El agua de la zona era tan buena para teñir que ningún otro lugar podía producir la tela escarlata con la que se teñían gorros tan radiantes y duraderos. Esta exclusiva tintura púrpura le dio a la ciudad reconocimiento universal.

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Lidia era una bien conocida vendedora de este producto (Hechos 16:14) y tipifica a una exitosa mujer de negocios en una ciudad próspera. Ella poseía entusiasmo, propósitos bien definidos y una mente ágil y prosperó grandemente en la honorable y deseada profesión de «vendedora de púrpura». Lidia fue un ejemplo de la posición relativamente independiente que ostentaban algunas mujeres en el Asia Menor. El hecho de que prosperara en el negocio lo vemos en que era propietaria de una espaciosa casa y tenía sirvientes que la atendían.


Como una mujer devota

Aunque no es seguro si Lidia era descendiente de judíos, sí es evidente que era una prosélita judía. Se nos dice que «adoraba a Dios». A menudo la gente de negocio está tan sumida en sus asuntos, que no tiene tiempo para la religión. Pero Lidia, en medio de sus obligaciones seculares, encontraba tiempo para adorar de acuerdo con la fe judía. Todos los días iba hasta la orilla del río donde se acostumbraba hacer la oración. Ella sabía que para vencer la dura competencia de los mercaderes Filipenses, necesitaba gracia y conocimientos. Quizás conoció a otros tintoreros judíos en las reuniones de oración a la orilla del río, y junto a ellos esperó ansiosa el ministerio de Pablo y sus compañeros.


Como una mujer que buscaba la verdad

Aunque era una religiosa sincera, Lidia no era cristiana. Sin embargo, sí tenía hambre de una experiencia espiritual más profunda. La mente se cierra contra la verdad absoluta, o por ignorancia o por prejuicio y no puede discernirla, o por orgullo y perversión y no la admitirá. La ignorancia era la responsable de la mente cerrada de Lidia, pero al prestarle atención a la verdad de Cristo de la que Pablo habló en su estilo conversacional en aquella pequeña reunión judía, la luz emergió y su corazón se abrió para recibir a aquel Cristo como su Salvador. Como lo dice Crisostomo: «Abrir es tarea de Dios y prestar atención es la de la mujer». Su fe nació al oír la Palabra de Dios (Salmo 119:18, 130; Lucas 24:45).


Como una mujer cristiana
Como evidencia de su entrega a las afirmaciones de Cristo, se bautizó en «las aguas de Europa, usadas por primera vez ceremonialmente, para sellar la fe y el perdón de Dios en Cristo». Su conversión se puso de manifiesto mediante una confesión pública y el entusiasmo fue tal que le comunicó de inmediato a su familia lo que había sucedido y todos creyeron de igual forma y se bautizaron como discípulos del mismo Salvador. De esta forma Lidia tuvo el honor de ser la primera europea convertida de Pablo, la precursora de una gran multitud en honrar al Señor. Ser cristiana no le restó éxito como mujer de negocios. Ahora tenía a Cristo como su socio principal y podemos imaginar que con Él las ventas se mantuvieron buenas y que una gran parte de sus ganancias se usó para ayudar a los siervos en la obra del evangelio.


Como una mujer hospitalaria
La transformación de la vida de Lidia lo demostraba su ardiente deseo de brindar a los misioneros la hospitalidad de su excelente hogar. La verdad que había en su corazón se manifestaba en su bondad para con los de más, ¡tal y como debía ser! «Sean bondadosos y compasivos unos con otros». Primero fue la fe de Lidia, luego el ganar a sus sirvientes para Cristo, después su amor mostrado en una amable hospitalidad y por último la acogida que le dio a Pablo y a Silas en su hogar después que salieron de la cárcel, golpeados y maltratados como estaban. Ella no se avergonzó de los prisioneros del Señor (1 Timoteo 5:10; Hebreos 13:2; 1 Pedro 4:9). Mientras se estaban beneficiando de la generosa hospitalidad de Lidia, Pablo advirtió a todos los presentes las terribles pruebas que tendrían que pasar y despidiéndose de la piadosa Lidia, alabaron a Dios por todo lo que ella había significado para él y su compañeros.


Como una mujer consagrada
Lidia siempre tuvo «las puertas abiertas» para los santos de Dios y su casa se convirtió en un centro de compañerismo cristiano en Filipos donde quizás se formó la primera iglesia cristiana. Podemos estar seguros que cuando Pablo escribió esta carta a los Filipenses, Lidia estaba incluida en todos los santos en Filipos a quienes les envía saludos (Filipenses 1:1-7) y estaba también en su mente como una de aquellas mujeres que lucharon a su lado en la obra del evangelio (Filipenses 4:3). Wiliam Ramsay piensa que Lidia puede haber sido Evodia o Sintique (Filipenses 4:2).


Cuando Pablo escribió la triple exhortación: «En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor» (Romanos 12:11), no sabemos si recordaba a la hospitalaria Lidia. Verdaderamente ella ejemplifica esas tres virtudes y nosotras haríamos bien en imitarlas.


«En lo que requiere diligencia, no perezosos»
Si nuestro negocio es honorable y somos diligentes y si somos del Señor, tenemos la seguridad de que si lo honramos a Él en todas nuestras transacciones, Él nos honrara a nosotros. Él no premia la vagancia ni la indolencia. ¿No dijo el mismo Pablo que el que no trabaja, tampoco coma?


«Fervientes en espíritu»
La traducción de Moffatt es muy sugerente. El dice: «Mantengan el brillo espiritual», o cual, por la gracia de Dios, Lidia fue capa de hacer preocupándose por los intereses metas de su negocio, que no constituían una traba para su espiritualidad. Con mucha frecuencia permitimos que lo secular nos robe nuestro brillo. Nuestra mirada se fija demasiado en las cosas de abajo.


«Sirviendo al Señor»
Lidia no solo vendía sus telas, ella servía a su Salvador. Permaneció en el negocio para tener dinero y ayudar a los siervos de Dios en su ministerio. La manera generosa en que cuido a Pablo y a Silas y a muchos otros, debe haber alegrado sus corazones. Lidia era, en primer lugar, una cristiana consagrada y en segundo lugar una mujer de negocios seria que continuó vendiendo sus telas de púrpura para la gloria de Dios. Cuando lleguemos al cielo, encontraremos a esta mujer que «vendía telas de púrpura» llevando vestiduras aún superiores, túnicas que no se manchan ni con el prestigioso tinte de Tiatira, sino que las han «lavado y blanqueado... en la sangre del Cordero».

 

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